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viernes, 16 de junio de 2017

Sueño de una noche de verano

Quién sabe cómo
o cuándo, o dónde
Pero ciertas noches me recorre
una quemazón inquieta
una comezón que quema
un corazón que desatina
mientras se hace la cena.

Y quién sabe cómo
o cuándo, o por qué
Pero me llama la calle
Y no sé desobedecer
Sus aullidos de sirena
Sus lamentos de alma
nostálgica y acongojada
tanto como la mía.

Y entonces sola, y casi
destruida
me lanzo a arrastrar los pies
por los adoquines de esta ciudad
de poesía.
Tonta, torpe y constantemente
interrumpida
ruego al cielo que perdone
la vileza de mis rimas.
Que no son más que expresiones
del balbuceo infantil de todas mis vidas.

Vidas, amores, amantes, condecoraciones
Sinsabores, palabras, espinas
Oh, sobre todo espinas
Una espina desazorada es la que me
levanta de la cama por las noches.
Me conduce como un pelele hasta el espejo
y en él contemplo
la imagen de un fantasma que no sabe dormir.

¿Y qué más decir?
Mis palabras (tristes, quedas) lo dicen todo
y nada al mismo tiempo.
Conozco la historia de un Lobo estepario
que al final de esta novela, aprende a reír.

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