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sábado, 28 de enero de 2017

A las 2:30 pasadas, y empieza la cuenta atrás

Estuve aquí solo un par de minutos
Y regresaste a mí con fuerza de halcón
¿Quién eres?
¿Quién soy yo?

Labios de sal
Que saben a sangre, y no a miel
Son del ángel del desdén

Árbol de 3 hojas, 2 días y una voz
Será la hoz quien te la cortó

Y ahora hay voces, bajo la sombra de un reloj

Relatos breves en verso (III): Hipatia pelirroja

Niña, amante
Linda fantasía que tengo
En mi pecho
Guardada, a buen recaudo
Pero en un susurro se nos romperá el secreto

Mujer, libre
Entre libros te criaste
Como golondrina pasaste
A mi lado
Y sin querer, sin saberlo
Me enamoraste

Sonrisa de hada
Hechicera escondida
Pero no malvada, sino
Siempreviva:    nomeolvides,  Infinita

domingo, 22 de enero de 2017

La paternidad de Gregorio Samsa

"Esta es la última vez" se dice a sí misma "No cerraré más los ojos"
Entreabre el izquierdo, pero no se ha ido. El lobo hombre sigue ahí. Su pesadilla araña rabiosamente la puerta. Es lo único que en ese momento se interpone entre ambos. Lo único que salva a la niña de una muerte segura. La impaciencia lo vuelve loco, salvaje, agresivo. Oye como la espuma sale de su boca y resbala hacia el suelo a través de sus colmillos. Últimamente está siendo más lobo que hombre. Y ella teme que esta vez la metamorfosis sea permanente.
Rompiendo su anterior promesa, vuelve a cerrar los ojos. Centra todos sus esfuerzos en contener el llanto, y en llamar a su madre en silencio. Es lo único que se le ocurre ahora.
- Mamá...
Mamá...
Mamá...
Lo piensa con más fuerza
- Mamá, Mamá, Mamá

Los aullidos son cada vez más espeluznantes. Sin embargo, esa noche no hay luna llena. ¿Quién es entonces el que la aguarda al otro lado de la puerta?

Se oye un ultimo arañazo. Un silencio eterno, atronador. Antes de que la puerta caiga al suelo hecha pedazos, y la niña se deshaga en lágrimas.

Relatos breves en verso (II): No eres tú, soy yo (y viceversa)

- Hola - Adiós
- Buenos días - Se marchó
- ¿Cuántos años? - Veintidós
- ¿Y hubo cuernos? - Creo que no

Callan piensan ríen lloran

Cada uno en su habitación
Gimiendo mientras se tocan

Relatos breves en verso (I): Epifanias astringentes

Un día me desperté cubierta de cicatrices
Con ganas de hacerle el amor al aire
O de que él me lo hiciera a mi
Esperando una marcha funebre
Como huésped de mi propia muerte desde un
Balcón gris

Ya no hablo de otoños, de tronos, de certezas
Ni de almas ni de mi amante belleza
Anoche un sapo colorado y oscuro
Se quiso unir a mi fiesta

¿Cómo saltar, llorar, vivir
Habiendo dolor para sentir?
¿Cómo reír, vibrar, escuchar
El canto de las sirenas que mueren fuera del mar?
Esperando a la desesperanza en cada esquina
Mujeres, antaño jóvenes y hermosas, que venden cocaina

¡Qué viva la reina! ¡Qué viva!
Si dios no se salvó a sí mismo; ¿quién la salvará a ella?

a 140 por segundo

Torbellino

Que remueve

Mis sentidos

Y todas las veces

Que te he querido




La fuerza de los objetos

Columnas de tabaco
Y tinta china
Fotografías en blanco y negro
Hechas pedazos encima
De un escritorio viejo

Templos de vida muerta
Donde los cementerios
Reinos de clavos y cruces
Con niños, y ricos y perros


martes, 17 de enero de 2017

Dafne

Laurel o Laura. Triunfadora
Con un revoloteo cierras la puerta
Y te vas volando a tu Parnaso
Como la aurora

Laura laureola. Holanda ola en volandas espumosas
te llevaría, con tus pendientes verdes
A ver pistachos del mismo color
Laura. Musa. Acción

O inspiración

¡Voz del aire que respiro!

Amor

Eros, que eres tú, me salvará de la muerte.
Tu hermano el tanatorio.
Laura, o Dafne, como prefieras
No te perseguiré por si en árbol te convirtieras
Ni aunque quiera

Ni aunque quiera

Romancero

- ¿Serás mi luna, luna? - le pregunto.
Y de un mazazo me derrumbó sobre el yunque, la luna, luna, con su camisón.
Me pone una corbata entre los dientes, y estira, hasta que mis ojos se ponen en blanco. De un blancor de almidón.

Espada y lino

El cielo se abre con un gemido
La camisa rosa ahora es del color del vino
Y las flores, antaño doradas, ahora solo sangran trigo


¡Qué divino!

domingo, 15 de enero de 2017

Cierra el Casey Jr. Circus

Como lo leen, amigos: el circo más exitoso de los últimos tiempos ha sido clausurado tras el escándalo ígneo del pasado viernes. Su director, Casey Júnior, que ya había sido demandado por Greenpeace en más de una ocasión, ha declarado hoy en una rueda de prensa que el catering del circo había estado condimentando los alimentos con sustancias alucinógenas y jabón, y que esta había sido la causa última del incidente. Sin embargo, la policía prefiere desconfiar de la veracidad de estas afirmaciones hasta que se demuestren con pruebas: tengamos en cuenta que este mismo hombre ha alegado tener brotes sicóticos ante los tribunales, durante los cuales dice presenciar una danza de elefantes rosados y translúcidos.

Un equipo forense ha acompañado hoy al cuerpo de bomberos para realizar el último examen del incendio. Siguen sin hallar más víctimas mortales (aparte del joven disfrazado de payaso que encontraron el primer día), lo cual es una buenísima noticia. No obstante, sí han notificado descubrir, bajo los escombros del edificio de cartón piedra, una cría de elefante chamuscada, con las orejas anormalmente grandes, y una pluma de cuervo sobre su cabeza. A su lado, los restos de lo que parece ser un roedor pequeño, que también ha padecido los efectos del fuego. 

Tendremos que esperar a que pase el juicio y se emita un veredicto para saber si volveremos a disfrutar del Casey Jr. y sus fabulosos castillos paquidérmicos. 

Niebla

Había llegado el día. Él estaba allí, donde habían acordado. Suspiró aliviada. Por un momento temió que le hubiese mentido. Lo llevaban todo: la maleta, el pasaporte, los billetes, el mono. Hojeó el pasaporte distraída, y sonrió al ver la foto. Era de hace unos años: tenía el pelito corto, más negro, y esas mejillas sonrosadas que nunca la abandonaban.
Mientras subían al barco, no pensaba en la cabaña, ni en la institutriz, ni en la mansión de la ciudad, donde conoció a su mejor amiga: aquel ángel que no podía andar. No pensaba en el abuelo, ni en Pedro, ni en sus padres; a los que nunca conoció. Por fin iba a ayudar a la persona a la que más quería a realizar aquello que ella siempre había deseado: reunirse con su familia.
- Marco - lo llama - Tu carta.
Sus manos se rozan cuando se la devuelve, y el chico se sonroja.
Con un suspiro, Heidi decide desterrar de su memoria todo lo que ha vivido hasta el momento. Solo unos ojos grandes, tristes, de un San Bernardo ya anciano pero aún fiel, la persiguen a través de la niebla.

La chimenea

Mary y Bert se daban el lote sobre el tejado cuando los niños dormían. Sin números musicales, sin paraguas voladores, sin "califragilísticos".
Nadie habría sabido de su affair con el deshollinador de no haber sido por aquel asqueroso vestido blanco y sus sospechosas manchas de ceniza. Y también por esa niña chivata, cómo se llamaba.
Qué más da, ya no volvería a cuidar más de esos críos mimados. Peor para ellos. Pensaba llevarse el bote de azúcar, y todas las cucharillas.

Pecado (el original)

Esperó y esperó. En vez de desaparecer, creció hasta convertirse en moho que cegó sus ojos, y en gusanos que emergieron de su ombligo.

Pensándolo bien, debería haber aceptado el regalo de Eva.

lunes, 2 de enero de 2017

Dios proveerá

El piano cayó del cielo, por suerte, sin aplastar a nadie. El coche que pasaba por la nacional, porque por la autovia se pagaba peaje, se estampó contra el.
Por el arcén un asno acompañaba al perro andaluz, que andaba cojo.

Dadle al César lo que es del César

El relato adquiere forma en la mente de Pablo muy perezosamente, como un niño que se niega a levantarse de la cama el primer día de colegio, y el segundo, y el tercero. Lo tiene ahí, en la punta de alguna neurona. Lo ve: es una hoja de papel en miniatura con patas y facciones humanas. Está saltando, riendo, sacándole la lengua, agitando los brazos: se burla de él. No puede soportarlo.
El grito lo advierte de que hay algo mucho más urgente que requiere su atención.

La ambulancia lleva volando a Bea, que entre temblores y suspiros, se concentra en respirar y espirar, respirar y espirar. El bisturí le atraviesa el abdomen y ella llora. No podrá dar a luz naturalmente, el bebe morirá ahogado por el cordón: tiene que ser cesárea. Siente los guantes de látex rebuscando en su interior, llenándola de frío.
El cerebro de Pablo lucha por no desmayarse y, a la vez, seguir trabajando en esa historia que se le resiste. Encima, apunta a ser una genialidad, un éxito: algo íntimo, conmovedor y primitivo, que nunca antes había escrito.

Aguanta. Aguanta, Bea, preciosa.
Ya casi está. Aguanta.
No puede escuchar, se parte en dos del dolor. Solo piensa en su hijo y en su vientre, que está abierto de par en par. La mente de Pablo, en cambio, sigue cerrada en banda.

Un piececito. Una cabeza bañada en sangre y placenta.
El cordón, cortadlo, rápido. Venga, ¿a qué estáis esperando?
Algo se enciende: luz, deprisa, momentáneo, fugaz. ¡Eso es!
Llanto.


Es una niña.
Ha sido un parto.

Lolita (II) y la caperuza

El señor del bigote y los ojos oscuros se relame las fauces cuando mira a la chiquilla de la piruleta roja, la blusa blanca y corta, y los shorts vaqueros. Le asoma el ombligo, y una lengua deliciosa y colorada entre los labios. Sus dientes pequeños se han teñido de rojo también por el dulce. Sus trencitas morenas tintinean cada vez que se ríe, siempre a carcajada limpia.
- Hola, dígame - la mirada acuciante de la empleada que lo atiende exige una respuesta, un menú, y rapidito, que es para hoy. Se llama Lolita.

Entonces recuerda una novela, un escritor ruso, un bosque tenebroso, una abuela, un profesor, un lobo feroz, una cesta, y una chiquilla con una piruleta, trenzas morenas y bailarinas, alma de caperuza roja, una blusa blanca por encima del ombligo...
Cuando vuelve la vista atrás, al fondo de la cola, lo deslumbra una sonrisa sonrosada.

Lolita

Carolina sabía que tenía nombre de reina, de dama, de princesa. Era melodioso y musical. Era un nombre elegante, sin duda.  Por eso, cuando le dieron en blanco su tarjeta identificativa, escribió Lolita. Prefería oír decir a los críos que Lolita les había servido su Happy Meal, con su hamburguesa, sus patatas fritas, su bebida y su regalo, siempre con una sonrisa.
Lolita trabajaba en un antro de comida rápida y atendía a niños que, si no tenían sobrepeso, lo tendrían dentro de muy poco. Carolina era la de la carrera en Biología y los dos masters. La reina, la dama, la princesa. La del nombre elegante, y melodioso, y musical...

Dos puntos de vista

La muñeca de porcelana intentaba no pensar en esos ojos azules con pestañas pintadas sobre piel de plástico que la miraban fijamente. Ese no era el sitio de la muñeca rubia. La niña, al finalizar el juego, habría colocado esa nueva muñeca en la estantería de las antiguas, y ahora la había extraviado.
- ¿Qué haces? ¿Por qué me miras de esa forma?
Barbie frunció el ceño.
- Yo no te miro. Que vanidosas sois las de porcelana... Os pensáis que, por ser más viejas, tenéis más valor...
Si su rostro fuera rostro y no pintura, se habría enrojecido.
- ¡Será que las nuevas generaciones sois mejores! Con ese cuerpo de petróleo coloreado, el cabello teñido, bolsos conjuntados, pintadas como una puerta... ¡A esas en mi época se las llamaba unas cualquiera!
Los labios de Barbie se abren en señal de sorpresa.
- ¿No te sientes incomoda, rígida en un cuerpo de cerámica pulida, que puede romperse en cualquier momento, oprimida y reprimida por corsés, enaguas, lazos, quehaceres, y el cabello rizado con unas tenacillas al rojo vivo?
- ¿Y tú? ¿No te entra frío con tan poca ropa, ni miedo cuando los hombres siguen con la mirada hacia esas piernas largas, flexibles...? ¿No crees que vales algo más que tu plástico y esa mano de pintura que siempre llevas?
La puerta se abre y ambas callan y sonríen. La niña mira la estantería del fondo extrañada.

domingo, 1 de enero de 2017