Vistas de página en total

miércoles, 15 de febrero de 2017

¡Bendita locura!

Veo literatura.

La veo, por todas partes.
En el skater de ojos hundidos y amoratados que casi me tira al suelo al pasar por mi lado. 
En ese reloj impertinente que para ir a clase me mete prisa. ¡Llegas tarde!
En tu risa. 
En esas rocas imponentes, serias, que se alzan cantando a Dios, rezumando incienso. En las torres.
En tu pelo.
En la curva fantástica y terrible de una rodilla. En la media negra que la cubre.
En los cipreses, abedules, álamos, rosales.
En las nubes.
En el pitillo que te haces antes de entrar. En tus colgantes de odalisca (sin harén).
A media tarde, en el café. Por la mañana, en ese sueño que interrumpen
las campanas.

Bendita locura. 
¡Veo literatura!

Rayo y trueno a las 11:22

Hoy me ha hablado en clase
Una tempestad azul turquesa
Una mar danzante e inquieta
De cabello castaño y suave
Y manos blancas de princesa

Y siento que traiciono a mi Musa
Que la estoy engañando con otra
¿Pero a quién no le emociona,
de vez en cuando,
nadar entre sudores de blusa?

Tengo un amante, ¡tengo un amante!
Suspira la madama de Flaubert
Pero yo te veo, mi ama, como antes
Tan de escarcha y macramé
A partes iguales

Yo te quiero quererte
Mas tú no lo sabes (o no lo quieres saber)
Y aunque quisiera rehuirte, abandonarte
Sigo siendo esclava de tu miel (piel)


martes, 14 de febrero de 2017

Ménage à trois (au matin)

Los pájaros mueren, cada día
Los pájaros gritan 
El sol se esconde, y resucita
El sol que duerme en la colina

La luna llora, cada noche
Son sus lágrimas estrellas
Luna llora, y es el broche
De la oscuridad, tan bella

Luna llora, Sol se esconde, 
Ave implora, Ave excita
Sol engaña a Luna

Con ese jilguero que brilla

Cen- tri - fuga - do

Solo quiero romperme, desintegrarme, partirme en mil pedazos, transformarme en nada, destruirlo todo, vivir desnuda y cerrada. 
Ojalá pintar, pintar de colores suaves
blandos

una puesta de sol en la ventana. 

lunes, 13 de febrero de 2017

La mujer de mis sueños

La mujer de mis sueños
No tiene rosas en el rostro
Ni ojos de cristal, ni cabellos de oro
No suspira en una torre de marfil 
Esperando que la rescate un guapo alguacil
No borda, no teje, no baila, no canta
No se desmaya si ve una rata

La mujer de mis sueños
Se mira en el espejo cada mañana
Y, medio dormida, se lava la cara
Eructa, bosteza, a veces le huele el aliento
Menstrúa, ríe a carcajadas, se le escapan pedos

Se suele acostar desesperanzada
Sueña con ser recordada
Llora, a menudo, porque es fuerte
No deja que las penas se le incrusten en el vientre
Come, bebe, no tiene un cuerpo de escándalo
Pero se ha propuesto no compararse con el de al lado
Y para no estresarse, para no hundirse, para no amargarse
Entona a voz en grito letras de Bon Jovi en el baño 

La mujer de mis sueños no es tal
No vive en mis sueños porque es real
La mujer de mis sueños soy yo

Y no hay más que hablar. 


- A todas las mujeres que se aman a sí mismas

miércoles, 8 de febrero de 2017

Cuando te pienso

Al principio, fuiste ilusión
Un sueño alegre y pleno
Volviste corazón en voz
Luego fuiste secreto
Ahora te llamas Amor
Es simple, pero sincero
Ahora te llamo Amor

Porque así te quiero

domingo, 5 de febrero de 2017

El peor poema que he escrito en mi vida hasta el momento (con diferencia)

En la galaxia lejana de mi habitación, escucho a los ángeles gritar de dolor. 

En los confines más retorcidos de las verjas de mi mente, se remueve agitada una bailarina de danza del vientre.

Dos peluches, tres cojines, y un vestido a rayas grises

La desesperanza vive, revive y se desvive



Y no me paga el alquiler 

Vivaldi

Una bahía de flores blancas nada 
con el viento 


Cantan con ellas a coro las ramas
 de los almendros 

Y las nubes, tristes ninfas, nos saludan 
desde el cielo 

Llorando le declaran 
la guerra al invierno

sábado, 4 de febrero de 2017

El baile

Las había de todos los tejidos, anchuras, longitudes, colores… Más o menos suaves, generalmente hermosas, y por supuesto, fuera de su alcance. Le chiflaban las cintas, especialmente las de terciopelo. Le recordaban a los lazos que le hacía su madre para atarle las trenzas cuando era pequeña. Entonces su pelo aún era de un rubio dorado, que con el tiempo se oscureció. 

Collares, pendientes, sortijas, guantes largos y sedosos, elegantes sombreros, abrigos, zapatos… Todo eso y más había en la tienda. Pensó en que el baile de disfraces era pronto, y ella no tenía nada que ponerse. ¿Y si se disfrazaba de nueva rica? Dejaría por fin sus chándales zarrapastrosos, ocultaría sus manos callosas de tanto fregar, lavar y barrer, y cuidar a las dos hijas de su vecina, que tenían edad suficiente para insultarse pero no para quedarse solas en casa. Podría hacerlo. Ojalá pudiera. 

No podía. La noche del baile tenía que quedarse con las niñas. No podría comprarse el disfraz si no se quedaba toda la noche con ellas, hasta que su madre volviese y le pagase. Y ni aun entonces le daría tiempo… Pero esa mujer tenía mucho más dinero del que necesitaba. Quizá podría, sin que se diese cuenta, cogerle prestados algunos billetes (sabía donde los guardaba), comprar su disfraz, ir a la fiesta y volver, siempre antes de medianoche, antes de que ella llegase. 

Implicaba un gran riesgo. Su única fuente de ingresos podría verse truncada para siempre. Aunque en el baile podrían aparecer muchas más. Carina le había hablado de un amigo muy guapo (y muy acomodado, que era lo importante) al que le quería presentar. ¿Y si… ?

Salió de la tienda muy ilusionada, y su alegría le duró hasta la noche del baile. Hasta tal punto que, cuando robó los billetes del joyero de la señora,  no vio caer de su cuello aquella figurita de plata  que le regaló su madrina en su cumpleaños pasado. La vecina la conocía bien: guardaba mucho aprecio a aquel colgante, nunca se lo quitaba. Tenía la forma de un zapato de tacón alto, adornado con brillantes, como si fuera de cristal.