Vistas de página en total

domingo, 18 de abril de 2021

Entre dos lunas

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
(Antonio Machado, Españolito)





Una no debe olvidar nunca sus raíces 
ni perderlas. 
Se habla mucho de ello estos días, 
en este raro siglo, 
en esta década extraña. 

¿Cómo puede una perder algo que nunca tuvo? 


Campos de Castilla me acogen. 
Huertos de naranjos me miman. 
Caminos salpicados de retama 
me mecen entre los pétalos 
de un diente de león. 

Migrar. Emigrar. Inmigrar. 
En mi cómoda clase turista 
no siento en peligro mi vida. 
No soporto las inclemencias del mar.
No vivo si la bonanza del clima lo permite. 
Como tantos, tantos, tantos otros. 
A los que nosotros, insolidarios, 
inhumanos, miserables, 
les volvemos la espalda. 

Voces enlatadas 
Transporto mi vida entera
en cuatro ruedas
y un arcón de plástico. 
Nadie ríe, nadie llora. 
Nadie ofrece una mano amiga. 
Inhumanidad pura. 
Verdadera misericordia 
en la Puerta de Atocha: todos 
somos pobres, avaros, de corazón. 

Y así se pasan los años 
cruzando una península, 
desde las altas cordilleras 
hasta la orilla. 
Donde nací. 

Allí, allí naciste, no lo olvides. 
Mala patriota. 
Olvidáis, olvidáis todos, 
que los últimos patriotas 
murieron hace casi cien años. 
Algunos, falsos guías, 
se construyeron un mausoleo. 
Otros, poetas malditos, 
crían malvas en las cunetas. 
¿Quién, en su sano juicio, 
sería capaz de cualquier 
noble sentimiento, 
idealismo veraz, 
en este raro siglo, 
esta extraña década?

Pero la luna, ¡ah, la luna!
La luna es la misma en todas partes.
Huela a musgo y roca, 
o a azahar y limón. 
Se deshaga en escarcha 
o en espuma de mar. 

Así pues, si una de las dos lunas 
habrá de congelarme el alma, 
si habré de elegir muerte 
por garrote vil o por metralla, 
elijo no elegir. 

Sobrevuelo ahora 
murallas, montañas nevadas, 
raíles, vagones, 
cansados sombreros, 
muecas de cansancio, 
vibrantes sabores 
mediterráneos. 
Puestos a elegir, 
como en un juego, 
elijo una luna 
que también sea aceituna. 


Glosa posmoderna a Le Chat, de Charles Baudelaire

Viens, mon beau chat, sur mon coeur amoureux;
Retiens les griffes de ta patte,

Et laisse-moi plonger dans tes beaux yeux,

Mêlés de métal et d'agate.


Yo no soy una verdadera poeta

–síndrome de la impostora, lo llaman–.

Yo no soy la proclamadora de la modernidad poética. 

No compongo himnos épicos ni duraderos, 

ni agradables canciones, ni soberbios cuadros. 

Yo no sé ni lo que hago. 

Por eso, cuando me asomo a esta verja ajena, 

y sigilosamente, me acerco, 

el gato blanquinegro rehúye mi contacto. 

Sí atisbo, no obstante,

un instante sucio del verde vidrio de sus ojos. 

Pura supervivencia felina. 


Lorsque mes doigts caressent à loisir
Ta tête et ton dos élastique,
Et que ma main s'enivre du plaisir
De palper ton corps électrique,

"Si es salvaje, no se dejará acariciar" – escucho a mi lado. 

¿Qué significa "domesticar"? 

¿Es un eufemismo especista para "domar"?

¿Por qué nace en mí ese supremacista instinto 

de tocar a este ser sin su consentimiento? 

El gato no ha solicitado mis caricias, 

ni mi cariño, ni mi lástima, ni mi conmiseración. 

¿Qué significa ser "salvaje"? ¿Por qué demonizamos 

todo aquello que no comprendemos, que no podemos

subyugar a nuestro dictado, todo aquello que difiere?

Deseo sentir su pelaje apanterado, su lomo 

de tigre en miniatura –otra vez, lo he tratado como 

un juguete, como una mascota–. 

No puedo hacerlo. No debo hacerlo. 

No va a permitirlo, ni debe. 


Je vois ma femme en esprit. Son regard,
Comme le tien, aimable bête
Profond et froid, coupe et fend comme un dard,

Et, des pieds jusques à la tête,
Un air subtil, un dangereux parfum
Nagent autour de son corps brun.

No sé cuál ese peligroso aroma que exhalas 

No sé por qué tú, y una mujer negra, sois bestias 

La humanización de la bestia, la bestialización del humano

La antropologización de todo 

Una mirada tan seductora como terrible 

compartes con la exótica amante del poeta francés. 

Yo no soy un gato. Yo no soy una flor. 

Yo no soy una bestia. Me niego a ser o ángel, o demonio.  

O santa, o puta; Nazaret, o Magdala. 

Sin antropología no existe la metáfora 

Sin posicionamiento no existe el poema 

Ningún texto, ninguna intervención, 

ninguna voz, ningún guiño

puede ser neutral. 


Así que esta glosa no era posmoderna después de todo. 

Y entonces, ¿qué es lo que acabo de escribir? 


Siempre que escribo, pensando que voy a encontrar respuestas, 

ellas afloran y se disfrazan, se marchan esquivas. 

Como un gato. En forma de signo de interrogación. 


lunes, 5 de abril de 2021

¿Vivo o muerto?





 




Como La novia cadáver con sus mejores galas 

O un putrefacto monstruo de Frankenstein 

Se erige junto a la orilla de la playa, 

nunca derribado, nunca reformado, 

nunca destruido, nunca estrenado, 

un monumento al despilfarro. 


Cubierto de telarañas de alambre, 

tatuado de grafitis, 

desprovisto de un antiguo esplendor 

que todos hemos olvidado. 

Fue un hotel, según me han dicho

Ahora es un souvenir barato 

Una foto simpática 

Refugio de gatos y borrachos 


Un gato, concretamente, me trae a la memoria

este triste edificio moribundo. 

Su alma en pena me recuerda

a la de un felino interrogante, 

de un experimento impronunciable. 


Vive, y muere a la vez. 

Permanece por toda la eternidad 

en ese doloroso, monstruoso 

estadio intermedio. 

Nadie comprende su dolor. 

Nadie lo oye llorar, añorando su pasada gloria. 

Su cemento baila sobre arenas movedizas, 

sostenidas tan solo por el agua y la sal. 


Y una triste, patética metáfora, 

se me aparece, repentina. 

Sombra de lo que fuimos, 

emblema de una España perdida, 

enferma de hormigón y ladrillo. 

Fiebres constructoras, 

hiperurbanas. España vacía. 


Eco de lo que alguna vez que me contaron. 

Una época en que la tierra 

manaba leche y miel. 

Una época salvaje disfrazada de sol

con faldas de neón.


Sombra de lo que fuimos. 

Hotel desdichado. 


Ojalá alguien ponga pronto 

fin 

a tu sufrimiento.