Vistas de página en total
domingo, 18 de abril de 2021
Glosa posmoderna a Le Chat, de Charles Baudelaire
Viens, mon beau chat, sur mon coeur amoureux;
Retiens les griffes de ta patte,
Mêlés de métal et d'agate.
Yo no soy una verdadera poeta
–síndrome de la impostora, lo llaman–.
Yo no soy la proclamadora de la modernidad poética.
No compongo himnos épicos ni duraderos,
ni agradables canciones, ni soberbios cuadros.
Yo no sé ni lo que hago.
Por eso, cuando me asomo a esta verja ajena,
y sigilosamente, me acerco,
el gato blanquinegro rehúye mi contacto.
Sí atisbo, no obstante,
un instante sucio del verde vidrio de sus ojos.
Pura supervivencia felina.
Lorsque mes doigts caressent à loisir
Ta tête et ton dos élastique,
Et que ma main s'enivre du plaisir
De palper ton corps électrique,
"Si es salvaje, no se dejará acariciar" – escucho a mi lado.
¿Qué significa "domesticar"?
¿Es un eufemismo especista para "domar"?
¿Por qué nace en mí ese supremacista instinto
de tocar a este ser sin su consentimiento?
El gato no ha solicitado mis caricias,
ni mi cariño, ni mi lástima, ni mi conmiseración.
¿Qué significa ser "salvaje"? ¿Por qué demonizamos
todo aquello que no comprendemos, que no podemos
subyugar a nuestro dictado, todo aquello que difiere?
Deseo sentir su pelaje apanterado, su lomo
de tigre en miniatura –otra vez, lo he tratado como
un juguete, como una mascota–.
No puedo hacerlo. No debo hacerlo.
No va a permitirlo, ni debe.
Je vois ma femme en esprit. Son regard,
Comme le tien, aimable bête
Profond et froid, coupe et fend comme un dard,
Et, des pieds jusques à la tête,
Un air subtil, un dangereux parfum
Nagent autour de son corps brun.
No sé cuál ese peligroso aroma que exhalas
No sé por qué tú, y una mujer negra, sois bestias
La humanización de la bestia, la bestialización del humano
La antropologización de todo
Una mirada tan seductora como terrible
compartes con la exótica amante del poeta francés.
Yo no soy un gato. Yo no soy una flor.
Yo no soy una bestia. Me niego a ser o ángel, o demonio.
O santa, o puta; Nazaret, o Magdala.
Sin antropología no existe la metáfora
Sin posicionamiento no existe el poema
Ningún texto, ninguna intervención,
ninguna voz, ningún guiño
puede ser neutral.
Así que esta glosa no era posmoderna después de todo.
Y entonces, ¿qué es lo que acabo de escribir?
Siempre que escribo, pensando que voy a encontrar respuestas,
ellas afloran y se disfrazan, se marchan esquivas.
Como un gato. En forma de signo de interrogación.
lunes, 5 de abril de 2021
¿Vivo o muerto?
Como La novia cadáver con sus mejores galas
O un putrefacto monstruo de Frankenstein
Se erige junto a la orilla de la playa,
nunca derribado, nunca reformado,
nunca destruido, nunca estrenado,
un monumento al despilfarro.
Cubierto de telarañas de alambre,
tatuado de grafitis,
desprovisto de un antiguo esplendor
que todos hemos olvidado.
Fue un hotel, según me han dicho
Ahora es un souvenir barato
Una foto simpática
Refugio de gatos y borrachos
Un gato, concretamente, me trae a la memoria
este triste edificio moribundo.
Su alma en pena me recuerda
a la de un felino interrogante,
de un experimento impronunciable.
Vive, y muere a la vez.
Permanece por toda la eternidad
en ese doloroso, monstruoso
estadio intermedio.
Nadie comprende su dolor.
Nadie lo oye llorar, añorando su pasada gloria.
Su cemento baila sobre arenas movedizas,
sostenidas tan solo por el agua y la sal.
Y una triste, patética metáfora,
se me aparece, repentina.
Sombra de lo que fuimos,
emblema de una España perdida,
enferma de hormigón y ladrillo.
Fiebres constructoras,
hiperurbanas. España vacía.
Eco de lo que alguna vez que me contaron.
Una época en que la tierra
manaba leche y miel.
Una época salvaje disfrazada de sol
con faldas de neón.
Sombra de lo que fuimos.
Hotel desdichado.
Ojalá alguien ponga pronto
fin
a tu sufrimiento.