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lunes, 2 de enero de 2017

Dos puntos de vista

La muñeca de porcelana intentaba no pensar en esos ojos azules con pestañas pintadas sobre piel de plástico que la miraban fijamente. Ese no era el sitio de la muñeca rubia. La niña, al finalizar el juego, habría colocado esa nueva muñeca en la estantería de las antiguas, y ahora la había extraviado.
- ¿Qué haces? ¿Por qué me miras de esa forma?
Barbie frunció el ceño.
- Yo no te miro. Que vanidosas sois las de porcelana... Os pensáis que, por ser más viejas, tenéis más valor...
Si su rostro fuera rostro y no pintura, se habría enrojecido.
- ¡Será que las nuevas generaciones sois mejores! Con ese cuerpo de petróleo coloreado, el cabello teñido, bolsos conjuntados, pintadas como una puerta... ¡A esas en mi época se las llamaba unas cualquiera!
Los labios de Barbie se abren en señal de sorpresa.
- ¿No te sientes incomoda, rígida en un cuerpo de cerámica pulida, que puede romperse en cualquier momento, oprimida y reprimida por corsés, enaguas, lazos, quehaceres, y el cabello rizado con unas tenacillas al rojo vivo?
- ¿Y tú? ¿No te entra frío con tan poca ropa, ni miedo cuando los hombres siguen con la mirada hacia esas piernas largas, flexibles...? ¿No crees que vales algo más que tu plástico y esa mano de pintura que siempre llevas?
La puerta se abre y ambas callan y sonríen. La niña mira la estantería del fondo extrañada.

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