Me pregunto que sentirá la paloma distraída
En el momento exacto
En que una pluma se libera de su piel
Suave, finísima, rosa esta
Ligera, volátil, blanca aquella
¿Notará, en su vuelo raudo,
La minúscula fracción de pérdida
Que en su cuerpo se produce?
Mirando atrás, un solo momento,
justo para decir adiós a esa excrecencia
Que fue suya, y ahora es mundo.
¿O por el contrario, ni siquiera
Percibirá esa pequeña mutación
Ese cambio que, para el resto,
Ni siquiera existe, pero
Para ella, es una parte de sí?
Quizá agradezca haberse deshecho
De esa carga largo tiempo arrastrada,
Enganchada a su frágil vida
Bebiendo del rojo alimento que la nutre
Pendiendo del nacarado filamento
para cubrir su cuerpo desnudo.
La paloma no puede detenerse.
El vuelo exige atención completa
Migra hoy con sus compañeras
Hacia donde pueda mudar
sus plumas sin enfrentar la muerte.
Y esa pluma,
invisible vestido
del último rayo de sol,
flota y se balancea, lanza un guiño,
silba y desciende, en graciosa danza,
toca el suelo, suspira, expira, y su muerte
provoca un terremoto que asusta a las hormigas.
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