A veces, cuando abro la boca,
no me sale la voz.
Mi médico dice que es
una patología bastante común.
Otras veces
mis labios desaparecen,
se hunden en mi rostro
como un guijarro en un cubo de agua.
Nadie sabe de esas veces,
me da vergüenza.
Cuando esto me pasa
me dejo absorber por el papel floreado
de las paredes de mi vecino metrosexual.
Salto entre las gardenias, azaleas, rosas
violetas, lirios, margaritas,
sin despeinarme si quiera.
Si me canso del jardín pintado
me reúno con los ácaros del suelo.
Y juego a ser un enanito por un día.
Me saludan con un zumbido las abejas
las mariposas, con orgullo, me vuelven las alas
me muestran sus colores las libélulas
me tejen un velo de sol las arañas.
Ha empezado a llover,
y debo encontrar algún sitio para resguardarme.
Todos los pájaros han vuelto a sus nidos
con las alas empapadas.
Sacudo los brazos y grito con todas las fuerzas
de mis pulmones microcóspicos.
El planeta parece ahora convertido
en un sepulcro.
Entre el barullo del diluvio
se me acerca una mosquita
tan chiquita como yo.
"No es que nadie quiera ayudarte,
bonita,
es que, como eres tan pequeña,
nadie puede escucharte".
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