Como La novia cadáver con sus mejores galas
O un putrefacto monstruo de Frankenstein
Se erige junto a la orilla de la playa,
nunca derribado, nunca reformado,
nunca destruido, nunca estrenado,
un monumento al despilfarro.
Cubierto de telarañas de alambre,
tatuado de grafitis,
desprovisto de un antiguo esplendor
que todos hemos olvidado.
Fue un hotel, según me han dicho
Ahora es un souvenir barato
Una foto simpática
Refugio de gatos y borrachos
Un gato, concretamente, me trae a la memoria
este triste edificio moribundo.
Su alma en pena me recuerda
a la de un felino interrogante,
de un experimento impronunciable.
Vive, y muere a la vez.
Permanece por toda la eternidad
en ese doloroso, monstruoso
estadio intermedio.
Nadie comprende su dolor.
Nadie lo oye llorar, añorando su pasada gloria.
Su cemento baila sobre arenas movedizas,
sostenidas tan solo por el agua y la sal.
Y una triste, patética metáfora,
se me aparece, repentina.
Sombra de lo que fuimos,
emblema de una España perdida,
enferma de hormigón y ladrillo.
Fiebres constructoras,
hiperurbanas. España vacía.
Eco de lo que alguna vez que me contaron.
Una época en que la tierra
manaba leche y miel.
Una época salvaje disfrazada de sol
con faldas de neón.
Sombra de lo que fuimos.
Hotel desdichado.
Ojalá alguien ponga pronto
fin
a tu sufrimiento.
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