Rotura. Pedazos de mí, flotando
en el espacio sideral.
Jamás degusté lágrimas tan amargas.
Fuiste el sol de un agujero negro
que había olvidado que fue supernova.
Retales en sepia, y a todo color.
No sé cuáles son los verdaderos.
Encontrar la verdad entre tanto dolor
es mi décimo tercero trabajo.
Una aguja inmaterial
en un pajar de sueños deshechos.
Tú dabas nombre a mi vida,
dabas razón a mi existencia.
Un Edén lleno de pecados originales.
Pureza primigenia.
¿Qué queda después? La nada.
La nada más absoluta.
¿Fui Eva? ¿Fui Lilith?
¿Fui ingenua serpiente
hambrienta de fruta nueva?
¿Fui tu costilla? ¿Fui madre
de dolores sin final?
Cierro los ojos, y aún te me apareces
en el hermoso jardín que nos fue dado.
Hojas lustrosas, fuertes tallos,
el brillo virgen de una manzana
jamás probada.
Cierro los ojos, y la mujer que fui
yace entre cenizas y llamas.
En el centro de mi nido,
jugan el dragón y el albatros.
Vuela, vuela lejos,
pájaro marino.
Tus entrañas son
fuego hecho carne.
Lilith te guía en tu viaje.
No se puede domar a un dragón.
No se puede cazar un albatros.
Solo se puede intentar entenderlos.
Quizá en sus erráticos
giros aéreos
regresen a su patria perdida.
Una supernova supurante de luz.
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