Ni los regalos, ni los belenes, ni el turrón, ni las luces, ni los Reyes, ni Santa Claus. La Navidad era cosa de la abuela Estrella, siempre luminosa y vigilante. Así permaneció incluso después de irse al Cielo, el lugar al que realmente pertenecía, aunque nunca dejó de irradiar luz desde lo más alto del árbol.
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