Vistas de página en total

jueves, 2 de julio de 2020

El clavo

Quien tiene un clavo, tiene un tesoro
Tiene una razón por la que levantarse por las mañanas
El clavo no crece, no hay que regarlo
Su cabeza enrojece con el tiempo
Su punta pierde filo
Y sin embargo, todos los días, lo clava el obrero.
Sin descanso lo clava en su madero. De carpintería, nada sabe
De la vida, lo que el clavo le enseñó.

El clavo es tenaz, persistente.
No se lo llevan el agua o la carcoma.
El óxido le da caché, el hongo lo escala.
Le trepan sus esporas el ralo cuerpo.
Y sin embargo, ahí sigue.
No se derrumba.
No cede ante la caries cronológica.
La terrible verdad de la vida, y la única que existe.

Recibe digna y humildemente, cada mañana,
el martillazo certero sobre su cerviz. Silencia el aullido interminable que le late En lo más profundo de su coraza metálica. Lo golpea el obrero sin descanso. Paciencia y sumisión, encuentra rebeldía en la resistencia. Y cierta complacencia morbosa. Una y otra vez, implacable. Una y otra vez, el clavo dura. Hasta que. Hasta que.

 ¡Oh! Su endeble tronco se ha torcido.
Las vértebras se doblegan mirando el madero. El clavo finalmente ha cedido. Inclinado vilmente, como el es-clavo que siempre ha sido, acepta su inevitable tragedia.
 La mano, que debería abrazarlo con maternal calidez, lo agarra y lo lanza lejos, muy lejos, con un simple giro de muñeca.

 Otro más nuevo, más reluciente, saca pecho en primera línea para ocupar su lugar. Es el nuevo Clavo, lleno de energía y vitalidad, dispuesto a comerse el mundo.e

Se traga entonces el primer centímetro de madera, y luego el siguiente, y escupe astillas. Es consciente, entonces, de que está condenado a padecer el mismo triste, eterno, destino que todos los anteriores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario