Los poetas somos la sal de la tierra
Los novelistas somos la sal de la tierra
Los pintores somos la sal de la tierra
Todos los artistas somos la sal de la tierra
En el día en que llegue el Juicio Final
¡que Dios nos pille confesados!
Dios no nos pillará ni nos confesará
Porque ese "Juicio" ya ha llegado
Vivimos en él cada día
Nada más despertarnos
Cuando escuchamos las noticias
O leemos los diarios
Desgracia aquí, desgracia allá
Un rey que roba impunemente
Y un pobre muerto de hambre
que no tiene donde caerse
El gusano devora sin criterio
A pobre y a rico, a joven y a viejo
Y aunque es cierto que la muerte nos alcanza
Peor es seguir en un mundo sin esperanza
El poeta es un ruiseñor de pecho rojo
El novelista, un guerrillero de las palabras
El pintor tiene morado su ojo
de tanto dolor que al lienzo traslada.
Y esa raza infernal de los mediocres
está tratando de exterminarnos.
¿Cómo osan?
Sin nosotros solo son barro
Barro sin sal, gusanos sin sal,
reyes, viejos, niños, pobres
sin sal.
La sal de la tierra, la luz de la vida
¡son nuestras obras manjar del sibarita!
Y sin embargo, al final del día
Volvemos junto a la luna,
que recorre la calle, sola,
y entonces la farola,
nos susurra:
"No desesperéis, porque mañana
seguro despertaréis en tierra resucitada".
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